Jorge Bucay cuenta lo siguiente:
Un hombre llama al médico de cabecera de la familia porque está preocupado por su esposa María:
-Se está quedando sorda.
-¿Cómo que se está quedando sorda?
-Sí, de verdad. Necesito que vengas a verla.
-Bueno, la sordera no es una cosa repentina ni aguda, así que venid el lunes a la consulta y la reconoceré.
-Pero, ¿tú crees que podemos esperar hasta el lunes?
-Está bien, ¿cómo te has dado cuenta de que no oye?
-Pues porque la llamo y no contesta.
-A ver, vamos a detectar el nivel de sordera de María.¿Dónde estás tú?
-En el dormitorio. Y ella en la cocina.
-De acuerdo. Llámala desde ahí.
-¡Maríaaaaa...! No, no me oye.
-Bueno. Acércate a la puerta del dormitorio y grítale desde el pasillo.-¡Maríaaaaa...! No, ni caso.
-Espera, no te desesperes. Ve a buscar el teléfono inalámbrico y acércate a ella por el pasillo llamándola para ver cuándo te oye.
-¡Maríaaaaa...!¡Maríaaaaa...!¡Maríaaaaa...! No hay manera. Estoy delante de la puerta de la cocina y la veo. Está de espaldas lavando los platos, pero no me oye. ¡Maríaaaaaaa...! No hay manera.
-Acércate más.
El hombre entra en la cocina, se acerca a María, le pone una mano en el hombro y le grita en la oreja: "¡Maríaaaaaaa...!".
La esposa, furiosa, se da la vuelta y le dice:
-¿Qué quieres? ¿¡Qué quieres, qué quieres, qué quiereeeees...!? Ya me has llamado como diez veces y diez veces te he contestado "qué quieres". Cada día estás más sordo, no sé por qué no vas al médico de una vez...
Jorge acaba diciendo que cada vez que veo algo que me molesta de otra persona, sería bueno recordar que eso que veo, por lo menos (¡por lo menos!), también es mío.
REFLEXIONEMOS...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog es tuyo... danos tu opinión.